jueves, 3 de septiembre de 2009

SISTEMA MONETARIO:
Un Sistema Monetario es el conjunto de elementos, que hacen posible la creación, la fabricación y la administración del dinero en un territorio.
El comercio existe para hacer posible el intercambio de bienes y servicios, por dinero. Entonces el dinero es la representación de lo que tuviste y luego cambiaste por dinero; por tanto, también simboliza cuanto haz aportado a la comunidad, y a la vez, cuanta riqueza ha podido acumular una persona
Los Sistemas Monetarios existen fundamentalmente para facilitar el comercio, por medio de crear una moneda, fabricarla y administrarla.
La acumulación de riqueza permite vivir en seguridad, y realizar nuestras aspiraciones en la medida que nuestro dinero acumulado nos lo permite.
Los Sistemas Monetarios existen para que quienes pueden dedicarse a acumular riqueza y convertirla a efectivo, lo puedan hacer.
Conjunto de normas, instrumentos, instalaciones e instituciones (entre ellas, los bancos centrales) de un país o una comunidad económica que regulan todo lo relacionado con las diferentes formas de dinero y la liquidez de una economía.

RAZÓN DE SER DE UN SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL
En Colombia el signo monetario es el Peso, el peso es diferente al Bolívar Fuerte, y ambos diferentes al Dólar estadounidense; igualmente el Peso tiene un poder adquisitivo distinto al resto de las monedas del mundo.

Para crear pesos existe todo un mecanismo. La unidad monetaria denominada peso, conjuntamente con el ordenamiento legal que regula su producción, las unidades económicas involucradas y el marco de costumbres y prácticas dentro del cual se lleva a cabo tal proceso de creación de pesos, constituyen el Sistema Monetario Nacional.

Análogamente los demás países también cuentan con su propio sistema monetario nacional.

Entonces si cada país cuenta con su propio Sistema Monetario, por qué hay necesidad de tener un Sistema Monetario Internacional?

El intercambio de bienes y servicios entre países ocasiona problemas distintos a los que ocasiona ese intercambio dentro del territorio nacional. En ambos casos una parte ofrece los productos y la otra parte los demanda, y debe pagar por ellos; igual sucede cuando se prestan recursos, una parte debe entregárselos a la otra.

Pero los procesos de ajuste a nivel internacional son diferentes a lo que sucede en el nivel nacional.

En los mercados nacionales cuando se efectúan transacciones económicas entre un individuo y otro, o entre una región y otra, pueden crearse déficit.

Un individuo gasta más de lo que es su ingreso, o una región se endeuda con otra, por lo que se dice que su balanza de pagos está fuera de equilibrio, en este caso es decir es deficitaria.

Pero si las partes están dispuestas a aceptar (y acumular) papeles financieros, el déficit puede continuar.

Pero en algún momento se exigirá la cancelación definitiva de la deuda, y los individuos deficitarios deberán incrementar su ingreso o disminuir sus gastos, es decir ajustar su actividad económica de acuerdo a los recursos que disponen y a los que adeudan.

Sin embargo este proceso monetario de ajuste no presenta ningún tropiezo porque se utiliza la misma unidad monetaria emitida por un Gobierno común para las partes involucradas en el intercambio.

En el intercambio entre países sí se presentan problemas en el ajuste monetario, pues hay diversas monedas involucradas, y se requiere cambiar la moneda nacional en una moneda aceptada internacionalmente, es decir se requiere contar con un mercado de divisas.

El comercio internacional se realiza con diferentes monedas nacionales, que están ligadas por los precios relativos llamados tipos de cambio.

Las transacciones entre monedas de distintos países se realizan en el mercado de cambios ó divisas. En este mercado se lleva a cabo el cambio de moneda nacional por monedas de los países con los que se mantienen relaciones económicas, originándose un consenso de ofertas y demandas de moneda nacional a cambio de monedas extranjeras.

En el mercado de divisas, la demanda de nuestra moneda procede de extranjeros que desean comprar nuestros bienes, servicios e inversiones; la oferta de nuestra moneda proviene de conciudadanos que quieren comprar bienes o activos financieros extranjeros. La relación entre estas ofertas y demandas determinan el tipo de cambio.

Un descenso del precio de mercado de una moneda es una depreciación; un aumento de su valor es una apreciación. En un sistema en el que los gobiernos tienen unos tipos de cambio oficiales, una bajada del tipo de cambio oficial se denomina devaluación, mientras que un aumento se denomina sobre valuación.

El Sistema Monetario Internacional es el conjunto de instrumentos de pagos, de unidades económicas y de normas para la creación y uso de los mismos, involucrados todos en el ajuste financiero del intercambio entre países. Su propósito es promover tal intercambio y facilitar el ajuste de las posiciones de pagos de las naciones.

El Sistema Monetario Internacional (SMI) es el conjunto de acuerdos, instituciones, mecanismos y normas -suscritos y aceptados por los distintos países- orientados a organizar, administrar y regular los flujos internacionales de pagos. Con él se persigue la creación de un régimen o sistema cambiario estable, en el cual se expresen las distintas monedas, y que favorezca y facilite los intercambios comerciales internacionales y los flujos de capitales entre países.

RESEÑA HISTÓRICA DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL
El Sistema Monetario Internacional (SMI) se refiere a las instituciones por medio de las cuales se pagan las transacciones que traspasan las fronteras nacionales, determina cómo se fijan los tipos de cambio y cómo pueden influir en ellos los gobiernos.

La necesidad del SMI surge al aparecer la moneda como medio de pago (1870-1880), momento en que se empieza a desechar como tal el uso de los bienes y a generalizar la utilización del papel moneda.

En el instante en que este último se utiliza para realizar pagos al exterior, se vuelve indispensable el hecho de contar con unas reglas de valoración de esas monedas.

Si bien las operaciones de cambio son probablemente tan antiguas como el mismo dinero, la técnica del comercio de divisas, en su forma actual data del año 1880, aproximadamente.

El desarrollo del comercio de divisas en su forma moderna requería que se cumpliesen dos condiciones fundamentales.

En primer lugar, era necesario que se generalizase la costumbre de abonar o de adeudar haberes en una cuenta en el extranjero sin realizar una transferencia efectiva de los contravalores correspondientes, lo cual, como es natural, suponía una gran confianza entre los bancos.

Además, era necesario que los medios de comunicación alcanzasen un alto grado de perfección, como así sucedió con la utilización del telégrafo, del teléfono y, más tarde, del teletipo, para fines comerciales.

EL SISTEMA DEL PATRÓN ORO
EL PATRON-ORO CLÁSICO
Este sistema fue dominante en el período 1880-1913.
En él, los países expresaban su moneda en una cantidad fija de oro, estableciendo así unos tipos de cambio fijos entre los países acogidos al patrón-oro.
Desde el punto de vista teórico, se lo consideraba un sistema totalmente automático y que no necesitaba de medidas gubernamentales nacionales o de la cooperación internacional para su correcto funcionamiento.
Los rasgos más característicos del patrón oro:
La unidad monetaria nacional estaba definida en términos de determinada cantidad de oro.
La relación de equivalencia o la paridad monetaria se obtenía al comparar el contenido de oro de dos monedas cualesquiera que participaban dentro del mecanismo.
Los medios de pagos internos constituidos por billetes del Banco Central eran convertibles en oro en forma irrestricta.
En cada país la emisión de billetes por parte del organismo emisor estaba regulada estrictamente en función de las existencias de oro. Si la cantidad de billetes aumentaba, era como consecuencia del crecimiento del stock de oro. Las reservas de oro eran equivalentes a la cantidad de billetes en circulación con base en la proporción de peso.
Como el oro era bastante incómodo de llevar, los gobiernos tuvieron que emitir inevitablemente unos certificados de papel convertibles en ese metal. El público podía cambiar oro por certificados y certificados por oro y a menudo ejercía ese derecho.
El transporte transoceánico era lento y caro, por lo que los tipos de cambio no eran exactamente fijos, sino que fluctuaban en una estrecha banda.
Estas variaciones que se derivaban del coste del transporte del oro se denominaban puntos oro, (punto de compra de oro y punto de venta de oro) y era la fluctuación que se permitía sobre el tipo de cambio fijo.
El ajuste de cualquier desequilibrio en las cuentas externas de un país se producía en forma totalmente automática, por lo menos en teoría.
Dicho mecanismo de ajuste se puede explicar simplemente como sigue: si un país padecía en un momento dado de un desequilibrio del balance comercial por un exceso de importaciones con respecto a las exportaciones tenía que acudir a sus reservas en oro a los efectos de cancelar la diferencia.

Una reducción del stock de oro provocaba inmediatamente una disminución en los medios de pagos, dicha disminución generalmente ocasionaba una baja en los precios internos y por ende, en los precios de los productos que el país exportaba.

Esta caída en los precios de los bienes que vendía el país provocaría un aumento en la demanda de los países extranjeros, razón por la cual las exportaciones tenderían a incrementarse.

Este acontecimiento restablecería el equilibrio de las cuentas externas. Si se hubiera partido de una situación con superávit, el mismo proceso, pero invertido, hubiera llevado a una situación de equilibrio al sector externo.

El mecanismo descrito y las reglas de juego que le servían de fundamento, no surgían de ningún acuerdo o convenio escrito por parte de los países particulares sino de una mera aceptación de ajustarse a normas de conducta que exigían su funcionamiento.

Pero el Imperio Británico gozaba en aquellos tiempos de un gran poder de decisión en los aspectos económicos financieros mundiales.

Si el patrón oro cumplió con el objetivo que tenía previsto, fue por el apoyo y dirección de esa nación.
El especial interés de Gran Bretaña en el comercio internacional, dado que dependía de éste en gran medida para proveerse de los bienes alimenticios y materias primas para su propio desarrollo, fue la causa de su gran preocupación por el funcionamiento adecuado del sistema.

Había creado internamente todos los mecanismos financieros a los efectos de colaborar en la marcha correcta de los pagos internacionales. Más aún, sus medios de pago internos, la libra esterlina, convertibles irrestrictamente en oro, agregaban de esta forma liquidez y evitaban al sistema la utilización directa del oro con el consiguiente ahorro de fletes que su transporte significaba.

En principio, este sistema funcionaba bastante bien al ser muy simple y no presentar problemas en su mecánica. Desde el punto de vista económico, tenía una ventaja fundamental: 'la constancia en el valor de las monedas'.

Inconvenientes del sistema del patrón-oro clásico
Beneficiaba a los países poseedores de oro, que son los que en un principio podían emitir dinero en cantidades abundantes.

Estimulaba el desequilibrio inicial entre países que tenían oro y los que no lo tenían; aunque con el tiempo el sistema tendió a ajustarse al ir adquiriendo dicho metal estos últimos países.

La cantidad de dinero en circulación estaba limitada por la cantidad de oro existente. No había más cantidad de dinero que la cantidad de oro.

En un principio el sistema funcionaba, la masa monetaria (M) era suficiente para pagar las transacciones internacionales que se realizaban, pero a medida que el comercio y las economías nacionales se fueron desarrollando, M se volvió insuficiente para hacer frente a los cobros y pagos derivados de dichas transacciones.

La falta de liquidez provocaba un aumento de la deflación y de los desequilibrios que afectaban a cada economía nacional.

Esta es la razón por la que el sistema evolucionó, hacia otro denominado sistema de patrón de cambios-oro o conocido también como patrón-oro-esterlina.

EL SISTEMA DE PATRÓN DE CAMBIOS-ORO
La evolución que sufrió el SMI trató de aumentar la cantidad de medios de pago en circulación.
Como esto no se podía realizar a través del aumento del oro, se hizo a través del aumento de una moneda, la libra esterlina (L), que pasó a ser aceptada con carácter general, aunque el Banco de Inglaterra emitía una mayor cantidad de billetes que los depósitos en oro que poseía.
Este sistema se basaba en la confianza en estos billetes, aunque se sabía que no todos ellos podían ser canjeados por oro. El oro seguía siendo la unidad de referencia. La regla de fluctuación seguía siendo la de los puntos oro y el tipo de cambio fijo.
La razón del buen funcionamiento de este sistema radicaba en la aceptación por parte de los usuarios de la moneda patrón.
Y en el período de referencia ello era así porque en esa época el 90 % del comercio internacional se realizaba a través de Inglaterra, lo que implicaba que la mayoría de las compras de los diferentes países se hacían en territorio inglés pagándose en libras y, al mismo tiempo, cuando vendían sus productos a terceros países no tenían inconveniente en aceptar como medio de cobro la libra, ya que aunque no pudiera, hipotéticamente, ser convertida en oro, tenía un poder adquisitivo que les iba a permitir adquirir otros productos, que necesitaban, en el exterior.
Gracias a esta situación, la libra se convirtió en la unidad de cuenta generalizada del sistema, con lo que se solucionaba el problema de la liquidez.
Aquellas naciones que tenían superávit en sus cuentas externas, en vez de acumular oro que no ofrecía ningún tipo de rendimiento, acumulaban saldos de libras esterlinas en Londres, percibiendo así una atractiva tasa de interés.

EL PERÍODO DE ENTRE GUERRAS
La primera Guerra Mundial originó enormes trastornos a la economía de la mayoría de los países industrializados, y dio definitivamente al traste con el equilibrio financiero de antes de la Guerra.
Una de las primeras medidas adoptadas por los países beligerantes, y muy pronto también por los países neutrales, consistió en introducir el curso forzoso de los billetes de banco, es decir que los bancos emisores fueron eximidos de la obligación de entregar oro a cambio de papel moneda.
Poco a poco fue siendo suprimido el derecho de amonedar oro, y se limitó cada vez más la circulación de monedas de oro.
Los diferentes gobiernos llegaron a emitir tanto dinero durante la guerra, que pareció imposible volver a la situación de la anteguerra, incluso recurriendo a devaluaciones masivas.
Empezó a plantearse la cuestión de si el mantenimiento de la ortodoxia del sistema del patrón oro valía verdaderamente la pena de asumir el sacrificio que imponía principalmente en forma de deflación y de desempleo.

Así pues, se intentaron soluciones intermedias con objeto de evitar salidas de oro.

Algunos países, como la Gran Bretaña en 1925 y Francia en 1928, adoptaron durante algún tiempo un régimen en el cual no hay monedas de oro en circulación.

Tanto las divisas como los lingotes de oro se podían importar y exportar libremente.

Muchos países fueron todavía más lejos e introdujeron el Gold Exchange Standard o patrón de cambio oro. Este sistema, que ha pasado por diversas modalidades jurídicas, se caracteriza fundamentalmente por el hecho de que las reservas monetarias pueden consistir en oro y en divisas.

La circulación y la libre acuñación de monedas de oro fueron abolidas; el oro ya no servía de medio de pago en el ámbito nacional, sino únicamente para determinadas operaciones con el extranjero.

Las devaluaciones
La política monetaria de los años de guerra y la desvinculación de las divisas respecto del oro originaron oleadas de inflación que determinaron toda una serie de devaluaciones.

Tras una larga serie de devaluaciones, se suprimió el 21 de septiembre de 1931 la convertibilidad en oro de la libra esterlina.

El hundimiento de la Bolsa en 1929 y la crisis mundial que siguió a dicho hundimiento dieron al traste con el intento de regresar al sistema patrón oro.

El control de cambios
En el período que transcurrió entre ambas guerras mundiales, la inflación y las devaluaciones no fueron los únicos factores perturbadores del orden monetario internacional.

A partir de 1931, se introdujo además en algunos países el control de cambios, medida esta que fue determinada por la crisis que trastornó la economía mundial en la primera mitad de los años treinta.

Dicho control tendía a asegurar reservas suficientes de divisas para atender los pagos corrientes al extranjero, conforme a un orden de prioridades.
Por consiguiente, las autoridades se vieron obligadas a ejercer un control sobre la importación y la exportación de divisas.

Así, aparecieron los dos elementos esenciales de todo control de cambios:

La prohibición o la restricción de la exportación de capital, es decir, la necesidad de obtener una autorización previa para comprar divisas.

La obligación de ceder al Estado las divisas extranjeras provenientes de transacciones comerciales o financieras con el extranjero.



EL SISTEMA DE PARIDADES FIJAS
DE BRETTON WOODS

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, empezó un nuevo período de la historia monetaria internacional.
Ya en 1943 empezaron la Gran Bretaña y los Estados Unidos a elaborar un sistema monetario, en el que había de apoyarse la reconstrucción de la economía destrozada por la guerra.

Entonces se afrontaron dos planes: el del inglés Keynes y el del norteamericano White.
Keynes estimaba que había llegado el momento de renunciar definitivamente al oro como medio de pago y de introducir en su lugar un sistema de moneda internacional.

En cambio, el experto norteamericano abogaba por volver a poner en marcha el mecanismo fundamental del patrón oro.

Y fue el punto de vista norteamericano, ligeramente modificado, el que prevaleció, y condujo a la celebración de la Conferencia de Bretton Woods en el mes de julio de 1944, y a la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Uno de los principales objetivos de esta institución consistía en estabilizar los tipos de cambio.

Cada uno de los Estados miembros fijó para su respectiva moneda una paridad respecto del oro o respecto del dólar, y se comprometió a mantener la fluctuaciones del tipo de cambio, para las operaciones al contado, dentro de los límites de ± 1% con respecto a la paridad fijada.

El FMI se propuso también contribuir a eliminar progresivamente las restricciones de cambio, con objeto de crear la convertibilidad de todas las monedas.

En 1944, los Estados Unidos se comprometieron, en una declaración dirigida al Fondo, a comprar o a vender oro en todo momento, al precio de $35 la onza. Con base en este compromiso, el dólar era convertible en oro, así como otras monedas a través del dólar.

Dentro de un marco geográfico más estrecho, fue creada en 1950 la Unión Europea de Pagos (UEP), directamente vinculada a la política comercial de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE).


El sistema monetario internacional creado en Bretton Woods demostró ser viable durante aproximadamente un cuarto de siglo, pese a que tampoco faltaron crisis periódicas.

El comercio internacional experimentó una fuerte expansión y permitió un rápido desarrollo de la economía principalmente en los países industrializados.
A finales de los años cincuenta y en el transcurso de la década de los sesenta se fueron perfilando una serie de circunstancias, que en 1971 desembocaron en la ruptura del sistema monetario surgido en Bretton Woods.
Ello fue consecuencia de la falta de liquidez y de confianza, así como de la necesidad de un ajuste cambiario. Entre las circunstancias que lo provocaron cabe citar las siguientes:
La dirección del comercio internacional empezó a variar. Los países comenzaron a producir bienes y servicios que antes adquirían en el exterior, lo que hizo que otros países se los compren a ellos en vez de a los Estados Unidos. Incluso este último país, llegó a importar más de lo que exportaba. La abundancia de dólares puesta en circulación para facilitar el comercio generó un proceso de inflación internacional.
El costo del oro. Al ser éste un metal que hay que extraer, se obtiene primero de los lugares más accesibles, pero a medida que se necesita más, es necesario invertir más dinero en conseguirlo, lo que hace aumentar su costo.
Las fuertes fluctuaciones experimentadas en los tipos de cambio de algunas monedas europeas.
La desviación de recursos para cubrir los gastos generados por conflictos internacionales, como la guerra árabe – israelí (1967) y, sobre todo, la guerra de Vietnam.
Comenzaron a acumularse dólares en todo el mundo al registrar Alemania y Japón superávit comerciales. Mientras tanto, la sobrevaloración de la moneda americana, el déficit comercial y las crecientes inversiones extranjeras de las empresas americanas provocaron déficit en Estados Unidos.
En 1971 la cantidad de saldos líquidos en dólares era tan grande que los gobiernos tenían dificultades para defender sus paridades oficiales. El público comenzó a perder confianza en el 'todopoderoso dólar'.
En Agosto de 1971, el presidente Nixon abandonó formalmente la relación entre el dólar y el oro y puso fina la era de Bretton Woods. Estados Unidos ya no convertía automáticamente dólares en otras monedas o en oro a $ 35 la onza; ya no fijaba una paridad oficial del dólar y defendía este tipo de cambio a toda costa.
Ante esta situación, los principales países occidentales decidieron reunirse en el Smithsonian Institute de Washington en busca de un acuerdo, que consistió en no realizar una reforma radical, sino unos ligeros retoques en dicho sistema con el fin de intentar arreglarlo.
EL SISTEMA MONETARIO ACTUAL
El Acuerdo Monetario Europeo


El Acuerdo Monetario Europeo (AME) entró en vigor el 27 de diciembre de 1958. Su principal objeto consistía en mantener la convertibilidad de las monedas.

Los 18 países miembros (prácticamente todos los países occidentales, incluidas Grecia, Turquía, Irlanda e Islandia) tuvieron que fijar los puntos máximo y mínimo de intervención del tipo de cambio de sus respectivas monedas con respecto al dólar, con miras a la estabilización de estas últimas.

El margen de fluctuación era por lo general de unos ¾% por encima y por debajo de la paridad; para el franco suizo, era de 1 ¾% a cada lado de la paridad. Como quiera que el franco suizo seguía estando vinculado directamente al oro, este margen más ancho tomaba en cuenta los gastos teóricos de envío y seguro del oro entre los Estados Unidos y Suiza.

Los acontecimientos monetarios de los años sesenta

El sistema monetario internacional creado en Bretton Woods demostró ser viable durante aproximadamente un cuarto de siglo, pese a que tampoco faltaron crisis periódicas.

En el mes de septiembre de 1949, hubo una oleada de devaluaciones.
Los años cincuenta, caracterizados por el regreso progresivo a la convertibilidad monetaria, trajeron consigo una evolución más bien sosegada.

El comercio internacional experimentó una fuerte expansión y permitió un rápido desarrollo de la economía principalmente en los países industrializados. La única modificación importante de paridad fue la del franco francés, a fines de 1958, moneda que fue devaluada en un 14.9%. En relación con dicha devaluación, se introdujo un año después el “nuevo franco”, equivalente a 100 francos antiguos.

En cambio, la escena monetaria fue particularmente agitada en los años sesenta. Ya en el mes de marzo de 1961, el marco alemán y el florín holandés fueron revaluados en un 5%, pues ambos países acusaban un inoportuno superávit de su balanza de pagos.

Unos años más tarde, la libra esterlina se encontró sometida a presión y, tras una crisis que duró tres años, fue devaluada en un 14.3% el 18 de noviembre de 1967, siendo reducida a $2.40 la paridad que venía siendo de $2.80 desde el año 1949. Al mismo tiempo, o pocos días después, varios países devaluaron también su respectiva moneda.
En el mes de mayo de 1968, Francia fue conmovida por graves disturbios sociales. La consiguiente fuga de capitales costó al Banco de Francia la mayor parte de sus reservas monetarias; el 10 de agosto de 1969, el franco francés fue devaluado en un 11.1% siendo fijada la nueva paridad en 5.55419 francos franceses por dólar.

Por el contrario, una enorme afluencia de capitales obligó al Banco Federal Alemán a suspender el 29 de septiembre de 1969 sus intervenciones en el mercado de divisas. En lugar de revaluar el marco, el gobierno federal alemán prefirió dejar flotar libremente el cambio de su moneda durante algún tiempo. No obstante, un mes mas tarde, el 27 de octubre de 1969, el marco alemán fue revaluado oficialmente en un 9.3% y su paridad con respecto al dólar fue fijada en DM 3.66.
A principios de 1970, cundió rápidamente un fenómeno que ya se había manifestado en los años sesenta: la confianza en el dólar desaparecía a ojos vista, lo cual originó la decadencia y por último el hundimiento del sistema de los tipos de cambio fijos.

Los constantes y cuantiosos déficit de la balanza de pagos norteamericana hicieron bajar las reservas de oro de 18.000 millones de dólares en 1960 a 11.000 millones en 1970. Por otra parte, las acreencias a corto plazo del extranjero frente a los Estados Unidos ascendían en 1970 a más del doble del equivalente de las reservas de oro de este país. Por consiguiente, se planteó con urgencia la cuestión de hasta cuándo podría ser mantenida la convertibilidad del dólar con respecto al oro.
Así las cosas, la baja de los intereses que venia persistiendo desde 1970 bastó para desencadenar una grave crisis del dólar en la primavera de 1971. Cuantiosos capitales salieron en muy poco tiempo de los Estados Unidos y se derramaron por Europa, yendo principalmente a refugiarse en Alemania, país donde los tipos del interés se habían mantenido a un alto nivel.

El 5 de mayo de 1971, Alemania, los Países Bajos y Suiza suspendieron sus intervenciones en el mercado de divisas. El 9 de mayo de 1971, Suiza decidió revalorizar su moneda en un 7.1% resultando un nuevo cambio medio de 4.0841 francos suizos por dólar. Simultáneamente, Austria revalorizó también su moneda en un 5.1%. En cambio, Alemania y Holanda decidieron dejar flotar sus monedas por un tiempo indefinido.

Entre tanto, la crisis del dólar siguió su curso y, el 15 de agosto de 1971, los Estados Unidos se vieron obligados a suspender la convertibilidad del dólar en oro. Esto hizo que, además de Alemania y Holanda, la mayoría de los demás países dejaran flotar libremente sus monedas. Por consiguiente, las paridades oficiales y los tipos de cambio que marcaban los puntos de intervención quedaron prácticamente suprimidos.

El “SmithSonian Agreement”
A mediados de diciembre de 1971, los Estados Unidos declararon que estaban dispuestos a devaluar el dólar, con la condición de que los principales países europeos y el Japón estuvieran por su parte dispuestos a revalorizar sus propias monedas. Aquella decisión abría el camino hacia un nuevo reajuste general de las paridades de las principales monedas.
Ante esta situación, los principales países occidentales decidieron reunirse en el Smithsonian Institute de Washington en busca de un acuerdo, que consistió en no realizar una reforma radical, sino unos ligeros retoques en dicho sistema con el fin de intentar arreglarlo.
En la conferencia monetaria que tuvo lugar los días 17 y 18 de diciembre de 1971, los Estados Unidos se avinieron, en el marco de los acuerdos monetarios (Smithsonian Agreement), a subir el precio oficial del oro de $35 a $38 la onza, lo cual equivalía a una devaluación del dólar de un 7.9%. Por otra parte, los países europeos y el Japón se avinieron a revalorizar de nuevo sus propias monedas, mientras que el Canadá decidió mantener el tipo de cambio libre. Al mismo tiempo, se amplió el margen de fluctuación de los tipos de cambio hasta un ± 2 ¼%, lo cual significaba que las monedas podían fluctuar entre si en ± un 4 ½%.
Después del reajuste llevado a efecto en diciembre de 1971, reinó en el frente monetario una calma relativa, que fue perturbado en el mes de junio de 1972 por nuevos ataques de debilidad a que estuvo expuesta la libra esterlina. En consecuencia, la Gran Bretaña se vio obligada a dejar flotar su moneda, mientras que Alemania, Holanda, Suiza y el Japón adoptaron medidas apropiadas para defenderse contra la riada de dólares.

Ante nuevas y masivas afluencias de capitales, el Banco Nacional Suizo decidió el 23 de enero de 1973 dejar flotar también el franco suizo. En el mes de febrero de 1973, se llevó a efecto una segunda devaluación del dólar en un 10%, mientras que el precio del oro fue aumentado de ·38 a $42.22 la onza. Pero no por ello cesó la inquietud monetaria ; en consecuencia, en el mes de marzo del mismo año, los principales países europeos y el Japón tomaron la decisión de retirarse del mercado de divisas y dejar flotar libremente sus respectivas monedas. Así pues, el sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods había dejado prácticamente de existir.
En marzo de 1973, se eliminaron los tipos de cambios fijos y se pasó a la flotación libre del valor de las monedas y en enero de 1976 fue abolido el precio oficial del oro, lo que fue equivalente a la desaparición del valor oficial del dólar y, por tanto, su consideración como unidad de cuenta. Con lo que el sistema quedó destruido.

LOS DERECHOS ESPECIALES DE GIRO (DEG)
El DEG es un activo de reserva internacional creado en 1969 por el FMI para complementar los activos de reserva existentes de los países miembros. Los DEG son asignados a los países miembros en proporción a sus cuotas en el FMI. El DEG también sirve como unidad de cuenta del FMI y otros organismos internacionales. Su valor está basado en una cesta de las principales del mundo.

El Derecho Especial de Giro (DEG) fue creado para apoyar el sistema de paridades fijas de Bretton Woods. Los países que participaban en este sistema necesitaban reservas oficiales —tenencias del gobierno o el banco central en oro y monedas extranjeras de amplia aceptación— que pudiesen ser utilizadas para adquirir la moneda nacional en los mercados cambiarios mundiales, de ser necesario, a fin de mantener su paridad cambiaria. Pero la oferta internacional de dos activos de reserva fundamentales —el oro y el dólar de EE.UU.— resultaba inadecuada para apoyar la expansión del comercio mundial y el desarrollo financiero que estaba teniendo lugar.

Por consiguiente, la comunidad internacional decidió crear un nuevo activo de reserva internacional con el auspicio del FMI. Sin embargo, pocos años después, el sistema de Bretton Woods se derrumbó y las principales monedas pasaron a un régimen de tipo de cambio flotante. Además, el crecimiento de los mercados internacionales de capital facilitó el endeudamiento de los gobiernos solventes. Ambos fenómenos redujeron la necesidad del DEG.

En la actualidad, la importancia del DEG como activo de reserva es limitada y su principal función es la de servir como unidad de cuenta del FMI y de otros organismos internacionales. El DEG no es ni moneda ni activo frente al FMI. Más bien representa un activo potencial frente a las monedas de libre uso de los países miembros del FMI.

Los tenedores de DEG pueden obtener estas monedas a cambio de sus DEG mediante dos operaciones: primero, la concertación de acuerdos de canje voluntario entre países miembros y, segundo, la designación, por parte del FMI, de países miembros con una sólida situación externa para que compren DEG a países miembros con una situación poco firme.

Inicialmente, el valor del DEG se definió como un valor equivalente a 0,888671 gramos de oro fino, que, en ese entonces, era también equivalente a un dólar de EE.UU. Sin embargo, al derrumbarse el sistema de Bretton Woods en 1973, el DEG se redefinió con base en una cesta de monedas, actualmente integrada por el dólar de EE.UU., el euro, la libra esterlina y el yen japonés.

El valor del DEG en dólares de EE.UU. se publica diariamente en el sitio del FMI en Internet y se calcula sumando determinados montos de las cuatro monedas valorados en dólares de EE.UU., sobre la base de los tipos de cambio cotizados a mediodía en el mercado de Londres.

La composición de la cesta se revisa cada cinco años, a fin de velar por que refleje la importancia relativa de cada moneda en los sistemas comerciales y financieros mundiales. En la revisión más reciente, que tuvo lugar en noviembre de 2005, las ponderaciones asignadas a las monedas en la cesta del DEG fueron revisadas con base en el valor de las exportaciones de bienes y servicios y al monto de las reservas denominadas en las respectivas monedas que eran mantenidas por otros países miembros del FMI.

Estos cambios entraron en vigor el 1° de enero de 2006. La próxima revisión del Directorio Ejecutivo tendrá lugar a fines de 2010.

LA SITUACIÓN MÁS RECIENTE

Buena parte de los países con mercados emergentes adoptaron en el pasado reciente y, sobre todo desde el comienzo de la década de los 90, estrategias de política económica encaminadas a lograr el grado suficiente de estabilidad macroeconómica que les permitiera lograr su integración plena en la comunidad financiera internacional.

Estos planes de estabilización incluían, en general, medidas tendentes a garantizar la apertura comercial completa, a avanzar en la desregulación de los mercados y a liberalizar los flujos de capitales con el exterior.

Las medidas liberalizadoras venían acompañadas de la adopción de regímenes cambiarios que suponían -en mayor o menor medida- el anclaje nominal de la economía a la evolución del tipo de cambio.

La mayoría de las economías emergentes tenía vigente (antes de las crisis cambiarias de 1997 y 1998) sistemas de tipos de cambios fijos o semifijos, cuya expresión extrema era el régimen de currency board (donde la base monetaria en circulación debe estar completamente respaldada por las reservas exteriores disponibles) adoptado por Argentina y Hong Kong.

En general, los países del sudeste asiático eligieron un régimen de tipo de cambio fijo con el dólar, mientras que los de América Latina optaron por regímenes con tipos deslizantes de acuerdo con reglas preanunciadas (crawling pegs o crawling bands ).

No obstante, el actual sistema de tipos de cambio flexibles no debe ser considerado como un sistema de total flexibilidad o de flotación limpia. Es un sistema donde suelen intervenir los bancos centrales (flotación sucia) para limitar las fluctuaciones excesivas de sus respectivas monedas.
Al contrario de lo que puede considerarse, la crisis financiera de finales de los noventa puso de manifiesto que un sistema de tipos de cambio fijos puede incentivar la especulación más que un régimen de flexibilidad cambiaria. La búsqueda de la estabilidad cambiaria por parte del banco central, tanto desde un punto de vista técnico y operativo mediante la venta de divisas para frenar la depreciación, como por el paulatino agotamiento de las mismas, constituyen también por sí mismos incentivos a la actividad especulativa.

SINTESIS
El Sistema Monetario Internacional (SMI) es singladura que se inicia en el patrón oro, un sistema de tipos de cambio fijos característico de finales del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX, hasta 1931. El sistema de patrón oro-dólar emanado de los acuerdos suscritos en Bretton Woods, prácticamente al final de la Segunda Guerra Mundial, también condujo a la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
La crisis del sistema de Bretton Woods dio vía libre a principios de los años setenta a un nuevo acuerdo de tipos de cambio flexibles, en realidad, de flotación sucia, denominado el no sistema. Durante este período se ha dado un fuerte impulso a la libre circulación de capitales en todo el mundo, lo que ha llevado hasta la actual hegemonía de los mercados financieros sobre el conjunto de la economía.


SISTEMA MONETARIO EUROPEO
El SME entró en vigor en marzo de 1979 como respuesta a las alteraciones causadas en las economías europeas por la fluctuación de los tipos de cambio en la crisis del petróleo a principios de 1974. Su objetivo era triple: conseguir la estabilidad económica, superar las repercusiones de la interdependencia de las economías de la UE y ayudar al proceso a largo plazo de la integración monetaria europea.
El componente central del SME era el mecanismo de tipos de cambio (MTC), un sistema voluntario de tipos de cambio semi-fijos, basado en la unidad monetaria europea (ECU), la unidad monetaria tipo adoptada en la creación del SME y basada en una valoración cualificada de las monedas de los estados miembros. Bajo el MTC, las monedas participantes estaban autorizadas a fluctuar en relación con cada una de las otras y el ECU solamente dentro de una banda fija de valores. El MTC era un instrumento clave de los planes para lograr una moneda europea única administrada por un banco central de la UE: el objetivo final del SME, y parte central del Tratado de la Unión Europea de 1992 (Tratado de Maastricht). El Reino Unido (que se había adherido en 1990) e Italia fueron forzados por presiones especulativas a renunciar a su condición de integrantes, en septiembre de 1992. Para evitar que otros países se vieran obligados a desligarse de su compromiso, en 1993 la banda del MTC fue ampliada para todas las monedas, excepto el florín holandés y el marco alemán, quedando únicamente Países Bajos y Alemania dentro del 2,25% de la banda. En abril de 1994, Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda y Luxemburgo volvieron dentro del 2,25% de la banda, pero España y Portugal permanecían bajo una gran presión económica, en marzo de 1995 ambos fueron forzados a depreciar sus monedas frente al ECU.
En una reunión del Consejo Europeo concluida en Madrid el 15 de diciembre de 1995, los quince países miembros acordaron que la moneda única se denominaría euro. Se estableció igualmente la fecha del 1 de enero de 1999 para la entrada en vigor de éste y para la creación del Banco Central Europeo. Para el 1 de enero de 2002 se acordó la puesta en circulación del euro en forma de billetes y monedas.
ECU
Siglas de European Currency Unit, unidad de cuenta y de cambio de la Unión Europea (UE) creada en 1979 como parte del Sistema Monetario Europeo (SME) y que estuvo en vigor hasta el 1 de enero de 1999.
El ECU reemplazó a la Unidad de Cuenta Europea, que se había empleado como herramienta contable para calcular el valor relativo de los pagos realizados a la Comunidad Europea (CE, en la actualidad UE), así como de los realizados por ésta.
El ECU vino a ser un compuesto de las monedas de los miembros de la CE, ponderado de acuerdo con la cuota de producción de estos países y con su contribución al comercio de la UE, y estuvo respaldado por un importante fondo de reserva, el Fondo Europeo de Cooperación Monetaria (FECOM).
El ECU desempeñó un papel fundamental en el mecanismo de tipos de cambio (MTC), en virtud del cual los estados miembros debían mantener el valor de sus monedas nacionales dentro de una banda porcentual (factor de divergencia) respecto de una paridad central. El factor de divergencia variaba de un país a otro. No obstante, el ECU no sólo dependía del MTC. Las monedas de los miembros de la UE que no pertenecían al MTC, como el Reino Unido e Italia (ambos abandonaron el MTC en 1992), continuaron siendo partes integrantes del ECU.
La composición del ECU se modificó en varias ocasiones, pero quedó congelada el 1 de noviembre de 1993, cuando entró en vigor el Tratado de la Unión Europea (el Tratado de Maastricht). Esta congelación debía ser irrevocable hasta el comienzo de la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Sin embargo, varió el tipo de cambio de cada moneda frente a las monedas de otros estados miembros del SME y frente al ECU. Si una moneda incrementaba su valor con respecto a todas las demás, eran necesarias menos unidades de esta moneda para adquirir la misma cantidad de cualquiera de las restantes monedas o del ECU de las que se precisaban anteriormente.
El ECU no llegó a ser una moneda, por lo que no pudo utilizarse en las transacciones cotidianas. Fue acuñado, pero sólo tuvo un uso protocolario. No obstante, se empleó en créditos sindicales y en las operaciones comerciales del mercado monetario. Asimismo, se empleó en la contabilidad interna de las instituciones de la UE, al igual que anteriormente ocurrió con la Unidad de Cuenta Europea.
El Reino Unido propuso la introducción de un ECU fuerte que pudiera emplearse a la par que las monedas nacionales, pero la CE decidió que la Comunidad debería proceder directamente a la implantación de una moneda única.
En virtud del Tratado de Maastricht, firmado en 1991, se acordó que una moneda común debería sustituirlo en 1999. Durante la Cumbre que el Consejo Europeo celebró en Madrid en diciembre de 1995, se decidió que dicha moneda única recibiría el nombre de euro.
En virtud de lo igualmente acordado en dicha reunión, el 1 de enero de 1999 fueron fijadas las paridades de las monedas de los 11 estados que afrontaron en primer lugar la tercera fase de la UEM y el euro reemplazó al ECU.
ALGO DE HISTORIA
La implantación de una moneda y una política monetaria única, como objetivo comunitario, fue contemplada en una serie de proyectos e iniciativas incluso antes que en el propio Tratado de la Unión Europea, pudiendo éstas ser consideradas como antecedentes de la Unión Económica Europea.
Así, en el Tratado de Roma del 25 de marzo de 1957 (Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea) se ponía de manifiesto la conveniencia de cierta coordinación en las políticas económicas y, en concreto, se establecía la creación del Comité monetario para fomentar la coordinación de las políticas monetarias de los estados miembros.
En la Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros de la Comunidad Europea celebrada en la Haya en diciembre de 1969, encontramos el primer pronunciamiento expreso a favor de la creación de una unión económica y monetaria, reflejándose la necesidad de efectuar un estudio sobre las posibilidades de una evolución de la Comunidad hacia tal unión.
Consecuentemente, por encargo del Consejo de Ministros de las Comunidades surge el Informe Werner, más conocido como el Plan Werner realizado en 1970 por un Comité de expertos financieros y monetarios, presididos por Pierre Werner, Primer Ministro y Ministro de Hacienda de Luxemburgo. Este informe resaltaba la necesidad de una efectiva armonización de las políticas económicas con objeto de mejorar el funcionamiento del Mercado Común pues en su defecto sólo cabría esperar tensiones crecientes dentro del mismo. Para atajar esa eventualidad, en el Plan se proponía como solución a esta necesidad la implantación de una moneda única para los países de la Comunidad Económica Europea; es decir, se especificaba en el Plan la necesidad de una "total e irreversible unión de las monedas de la Comunidad ". Asimismo, procede destacar el carácter anticipador que tuvo el Informe Werner reflejándose tanto en la caracterización de este proceso como también en su previsión de un sistema de Bancos Centrales para la Comunidad Económica Europea muy parecido al de la Reserva Federal en E.E.U.U.
Sin embargo, los progresos previstos en el Plan Werner – llegar a la unión en 1980- se vieron bloqueados por los avatares que emergen a partir de 1971, empezando por la inconvertibilidad del dólar y su primera devaluación, así como las políticas económicas divergentes debidas a la primera crisis del petróleo, provocando que las aspiraciones europeas se constriñeran a un objetivo más modesto consistente en conseguir una mayor vinculación de las monedas de los países de la C.E.E. entre sí, con márgenes de máxima fluctuación conjunta frente al dólar dando lugar a la denominada serpiente monetaria, antecedente más inmediato del actual Sistema Monetario Europeo y que perseguía la abolición gradual de la propia fluctuación.
Como consecuencia de la evolución del sistema Bretton-Woods, el Consejo de Ministros de La Comunidad Europea decide limitar la banda de la fluctuación entre las seis monedas de la Comunidad Europea a +/- 2.25 %. El Reino Unido, Irlanda y Dinamarca acuerdan formar parte de la " serpiente monetaria" anticipándose a su ingreso en la Comunidad Europea en 1973. Sin embargo, la libra esterlina, la libra irlandesa, el franco francés y la lira italiana pronto se retiran. Así, la serpiente acabó reduciéndose al DM, las monedas de Benelux y algunas escandinavas. Y de ésta y de otras circunstancias, es de donde empieza a surgir el gran predicamento del Bundesbank y del DM, así como la idea de una zona monetaria homogénea en Europa Central.
No obstante, por la gravedad de la crisis internacional y por la evidente imposibilidad de retornar a una situación de Sistema Monetario Internacional regido por el Fondo Monetario Internacional surge el Fondo Europeo de Cooperación monetaria (FECOM, abril de 1973) de la C.E.E. Con personalidad jurídica propia y sede en Luxemburgo, al Fondo se le asignó la misión de reducir progresivamente los márgenes de fluctuación de las divisas comunitarias entre sí, a base de coordinar las políticas y la acción de los Bancos Centrales, y, recurriendo, en caso necesario, a la intervención de los mercados de cambio. Entre sus cometidos, estaba asimismo el de facilitar acuerdos a fin de lograr una política concertada de reservas. Por tanto, pese a sus limitaciones operativas, el FECOM sirvió para reforzar la política comunitaria, que desde antiguo contaba ya con un órgano esencial, el Comité Monetario, creado por el Tratado de Roma. Pero las actividades del FECOM, sin un entorno consistente, no colmaron las esperanzas inicialmente puestas en él. Entre otras cosas, porque la serpiente monetaria no era ni oficial ni general.
En 1978, se retomó de nuevo la iniciativa de hacer de Europa una zona de estabilidad cambiaria , siendo el máximo exponente de este proceso la creación del Sistema Monetario Europeo, con un objetivo común al de la serpiente, pero con un soporte técnico y, sobretodo político, mucho más importante. La decisión de crear el Sistema Monetario Europeo se debió al entendimiento franco alemán, simbolizado en las personas de Valery Giscard d’ Estaing y Helmut Schmidt, así como al euroentusiasmo del británico Roy Jenkins, por entonces Presidente de la Comisión Europea. Así el 12 de marzo de 1979, el Consejo Europeo reunido en París autorizó definitivamente la puesta en marcha del Sistema Monetario Europeo, que entró en vigor al día siguiente.
La aprobación del Acta Unica, en 1987, supuso un paso más en el proceso de consecución de la Unión Económica y Monetaria, impulsando la cooperación de las políticas económicas y monetarias. Dentro del contexto del Acta Unica Europea, hay que destacar las negociaciones de Nyborg-Basilea, en septiembre de 1987, que tenía como objetivo fortalecer el Sistema Monetario Europeo, a través de un uso más flexible de los instrumentos previstos para frenar las tensiones: intervenciones en los mercados de cambio, movimientos de los tipos de interés, etc.
En la reunión de junio de 1989, en Madrid el Consejo Europeo aprueba el Informe Delors que perfila un plan en tres etapas para el establecimiento de la Unión Económica y Monetaria. La peseta se integra en el mecanismo de tipo de cambio con la banda de fluctuación ampliada a +/- 6%.
Finalmente, la consagración de la Unión Económica Monetaria se llevó a cabo a través del Tratado de la Unión Europea, aprobado por el Consejo Europeo de Maastricht en diciembre de 1991 y firmado en esta misma ciudad el 7 de febrero de 1992. En este Tratado se ratificó el proceso iniciado con el Informe Delors, si bien se modificaron algunos aspectos, quedando el proyecto de la Unión Económica Monetaria definido por una estrecha coordinación entre las políticas económicas de los distintos Estados miembros y por la transición a una moneda única y una política monetaria común.
En la primera etapa (1990-1993) se fortalecieron los principios de cooperación económica y monetaria entre los Estados miembros, especialmente a través del establecimiento del Mercado Único Europeo, la consagración del principio de libertad de circulación de capitales y el compromiso de los países socios de asegurar las condiciones económicas que, cumpliendo los criterios de convergencia sancionados en Maastricht, permitieran la futura integración.
La segunda etapa se inició el 1 de enero de 1994 y se extendió hasta el 31 de diciembre de 1998. Durante este periodo se fundó el Instituto Monetario Europeo (IME), antecesor del Banco Central Europeo (BCE), que pasó a coordinar la cooperación en materia de política monetaria de los gobernadores de cada banco central nacional, aunque cada uno de éstos siguió diseñando la política monetaria de su país respectivo.
Esta segunda etapa supuso el tránsito más difícil para los Estados integrantes de la UE, pues durante esos cuatro años debieron producirse los necesarios reajustes económicos que garantizaran el cumplimiento de los requisitos establecidos en Maastricht.
El Tratado citaba de manera muy concreta los criterios macroeconómicos de convergencia necesarios para que un país pudiera pasar a formar parte de la moneda única: (1) durante al menos los dos años anteriores a la unión monetaria no se podría cambiar el tipo de cambio de la moneda sobrepasando los márgenes de fluctuación establecidos en el SME; (2) la inflación no podría sobrepasar en más de 1,5 puntos porcentuales la media de los tres países con menor índice; (3) el tipo de interés medio a largo plazo no podría superar la media de los tres países también con menores índices; (4) no se podría tener un déficit fiscal superior al 3% del producto interior bruto (PIB), ni la deuda pública podría sobrepasar el 60% del mismo.
El final de esta segunda etapa estuvo marcado por la cumbre que el Consejo Europeo celebró los tres primeros días de mayo de 1998 en Bruselas. Se fijó el día 1 de enero de 1999 como fecha en que el euro (nombre otorgado a la moneda única europea en diciembre de 1995) se convertiría en divisa de los once países seleccionados para este primer arranque (todos los integrantes de la UE, excepto Reino Unido, Dinamarca y Suecia —que se autoexcluyeron— y Grecia —que no cumplió los criterios de convergencia—).
Además, se constituyó el primer Comité Ejecutivo del BCE, que inició su funcionamiento el 1 de julio de ese mismo año y que desde el 1 de enero de 1999 (junto a los gobernadores de los bancos centrales de cada país, con los cuales pasaba a integrar el Sistema Europeo de Bancos Centrales) comenzó a dirigir las políticas económica y monetaria del euro.
En el caso de Grecia, esta segunda etapa se prolongó durante algún tiempo; en la reunión que el Consejo Europeo mantuvo en Feira (Portugal) en junio de 2000, se anunció que dicho país había cumplido finalmente los criterios de convergencia y que podría sumarse al grupo del euro el 1 de enero de 2001. Por lo que respecta al caso de Dinamarca, el 28 de septiembre de 2000 se celebró un referéndum en el que el 53,1% del electorado optó por rechazar la integración danesa en el grupo de la moneda única. Suecia y el Reino Unido también se mantienen fuera de él.
La tercera y definitiva etapa de la UEM se inició en la ya citada fecha del 1 de enero de 1999. El 1 de enero de 2002 comenzaron a circular los billetes y monedas de euro, que convivieron durante no más de dos meses con las respectivas monedas nacionales; éstas fueron retiradas de la circulación en una fecha nunca posterior al 1 de marzo de ese mismo año.

Sistema Europeo de Bancos Centrales
Organismo (también conocido por sus siglas, SEBC) que integra, desde el 1 de enero de 1999, al Banco Central Europeo y a los bancos centrales de los países miembros de la Unión Europea (UE), una vez puesta en marcha la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Desde aquella fecha asumió las competencias del Instituto Monetario Europeo (IME), creado para la segunda fase de la UEM (desde el 1 de enero de 1994). Nacidas en virtud del Tratado de Maastricht, ambas instituciones completaron la evolución de la política monetaria europea desde sus orígenes (1979), hasta su culminación, el 1 de enero de 2002, con la implantación del euro como moneda única de la UE (salvo el Reino Unido, Dinamarca y Suecia).
Entre las funciones del SEBC se encuentran la definición y ejecución de la política monetaria de la UE, la realización de operaciones de divisas, la posesión y gestión de las reservas oficiales de los Estados miembros, la promoción del buen funcionamiento de los sistemas de pagos, la supervisión del sistema financiero y la emisión de moneda.

Banco Central Europeo (BCE)
Organismo económico clave del Sistema Monetario Europeo (SME), coordinador del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC) y responsable exclusivo de la política monetaria (control de masa monetaria en circulación y autorización de emisiones) en el ámbito de los países de la Unión Europea (UE) inmersos en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM), que pivota sobre la adopción como unidad monetaria nacional de la moneda única europea, el euro. Su sede radica en la ciudad alemana de Frankfurt del Main.
El Instituto Monetario Europeo, encargado de la gestión de todos los aspectos necesarios para la culminación de la UEM, finalizó su trabajo el 31 de diciembre de 1998 (cuando fueron fijadas de forma irreversible las paridades con el euro de las monedas nacionales de los doce países que afrontaron en primer lugar la última fase de la UEM). Desde el 1 de enero de 1999, la máxima autoridad de la UE en materia de política monetaria reside de forma exclusiva en el BCE. En esa fecha, los distintos bancos centrales nacionales (con los cuales conforma el SEBC) pasaron a ser meros ejecutores y transmisores territoriales de sus decisiones.
Las funciones del BCE son: definir y ejecutar la política monetaria de la UE; realizar operaciones de divisas coherentes con las disposiciones establecidas para el desarrollo de la propia UEM; poseer y gestionar las reservas oficiales de divisas de los Estados miembros, sin perjuicio de mantener la existencia de pequeños fondos en manos de éstos, y promover el buen funcionamiento de los sistemas de pagos. Debe ser consultado por las autoridades comunitarias y nacionales en los ámbitos de su competencia, pudiendo presentar dictámenes en tales casos. También puede, con la conformidad del Parlamento, ejercer tareas de supervisión de las entidades de crédito y financieras (salvo empresas de seguros). Como gestor de los tipos de cambio, puede llegar a acuerdos sobre éstos con terceros países. Y, por supuesto, es el único responsable de la emisión de billetes de curso legal en el seno de la UE. La moneda metálica podrá ser emitida por cada país con la aprobación previa de su volumen por parte del BCE.

EL EURO
La necesidad de una moneda única en Europa surge cuando se quieren suprimir las barreras no arancelarias a la libre circulación de bienes, capitales, servicios y personas y completar la realización del mercado único. El proyecto no tiene precedente histórico desde el Imperio romano, ni equivalente en el mundo. Reunir las monedas que han sido para los países europeos los símbolos y los instrumentos de su soberanía durante varios siglos implica una pacífica revolución política que ayudará a los ciudadanos a confirmar su sentimiento de pertenencia a una nueva entidad.

Euro fue el nombre dado durante la cumbre del Consejo Europeo celebrada en diciembre de 1995 en Madrid (España) a la moneda única que circula desde el 1 de enero de 2002, una vez completado el proceso de Unión Económica y Monetaria (UEM), en el seno de la Unión Europea (UE).

Los días 1, 2 y 3 de mayo de 1998, en Bruselas, el Consejo Europeo señaló los once países (Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal) que habían alcanzado los criterios de convergencia económica exigidos por el Tratado de Maastricht, y en los cuales el euro arrancaría el 1 de enero de 1999. Reino Unido, Suecia y Dinamarca decidieron por voluntad propia no formar parte de este primer grupo, mientras que Grecia quedó excluida de forma momentánea (hasta enero de 2001), por no cumplir los requisitos de Maastricht.

El 1 de enero de 1999 también inició su funcionamiento de forma oficial el Banco Central Europeo (BCE), organismo que, junto a los bancos centrales nacionales de los correspondientes países, pasó a integrar el Sistema Europeo de Bancos Centrales, encargado de programar y ejecutar la política monetaria común. En esa misma fecha, el euro sustituyó al ECU (según la paridad 1 euro=1 ECU), unidad de cuenta europea que había sido creada en 1979 como elemento fundamental del Sistema Monetario Europeo (SME), y que fue utilizada en todas las transacciones económicas realizadas en el ámbito de la UE.

Desde el 1 de enero de 1999 hasta el 1 de enero de 2002 el euro actuó como moneda financiera y, así, los ciudadanos europeos de los once países citados pudieron abrir cuentas bancarias en esta moneda y pagar en esta unidad con cheques y tarjetas de crédito.

Asimismo, en ese periodo las emisiones de deuda pública se emitieron ya en euros. La introducción del euro el 1 de enero de 1999 implicó la fijación irrevocable de los tipos de cambio entre las monedas de los países participantes, como consecuencia de la paridad fija que quedó establecida entre éstas y la moneda única (por ejemplo, 1 euro siempre valdría 166,386 pesetas). El euro cotizó por vez primera en el mercado de cambios de divisas el 4 de enero de 1999.

Durante los dos primeros meses de 2002, en cada país participante convivieron los billetes y monedas nacionales con los billetes y monedas de euro, mientras se procedía al canje progresivo de los primeros por los segundos. A partir del 1 de marzo de 2002, el euro, tanto en forma de billetes (de 5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500 euros) como de monedas (de 1 y 2 euros, y de 1, 2, 5, 10, 20 y 50 céntimos de euro), se erigió en la única moneda de curso legal en el seno de los doce países de la UE, perdiendo todo su valor las respectivas monedas nacionales. Ese mismo día, un euro equivalía a 0,8671 dólares. En enero de 2007, su valor había ascendido a 1,32 dólares, el 29 de febrero de 2008 alcanzó la cifra record de 1,5169 dólares.

Tras la desaparición de la peseta, del franco francés y de la lira, el euro circula también en Andorra, Mónaco, San Marino y Ciudad del Vaticano. En el caso de Dinamarca, el 28 de septiembre de 2000 se celebró un referéndum en el que, pese a que la mayoría de las fuerzas políticas solicitó el voto favorable a la plena integración danesa en el grupo del euro, el 53,1% de los electores optó, a través del voto negativo, por rechazar la adopción de la moneda única europea. Reino Unido y Suecia también se mantienen fuera del sistema.

Desde junio de 2002, el euro es moneda de circulación legal en Cuba. En cuanto a los diez países miembros de la Unión Europea asociados a la misma en mayo de 2004, la primera adhesión a la moneda única fue Eslovenia, que ingresó en el “club del euro” el 1 de enero de 2007.

BENEFICIOS DE UNA UNIDAD MONETARIA

Los dos beneficios esenciales que se obtienen por formar parte de una unión monetaria son:
1. Eliminación de los costes de transacción como consecuencia de la sustitución de las distintas monedas nacionales por una moneda única. Aunque es difícil cuantificar esta reducción de costes, algunos autores han estimado las ganancias derivadas de la eliminación de estos costes de transacción para la Unión Europea en un 0,5% aproximadamente del PIB.
2. Eliminación de la incertidumbre asociada a la variación de los tipos de cambio de las monedas de los países que se integran en la moneda única. Esta ventaja es clara si se consideran los efectos perjudiciales que la excesiva variabilidad de los tipos de cambio y la incertidumbre generan sobre los flujos de comercio e inversión internacionales.

Además de los efectos beneficiosos sobre estas dos variables, se pueden señalar también los efectos de la menor incertidumbre sobre el crecimiento económico: la reducción de la variabilidad de los tipos de cambio llevaría a un descenso de la prima de riesgo que incorporan los tipos de interés reales. Esto, a su vez, tenderá a aumentar las inversiones productivas al hacer atractivos aquellos proyectos que actualmente no lo son debido al relativamente alto costo del capital. De forma que la mayor eficiencia en la utilización de los recursos llevaría a una mayor productividad y, en consecuencia, a un mayor crecimiento a medio plazo.

Ahora bien, a estos efectos beneficiosos hay que añadir otros que se derivan del proceso particular de introducción del euro que ha seguido la Unión Europea, así como de las características diferenciales que ésta presenta. Las normas de obligado cumplimiento relativas al tamaño de la deuda pública y del déficit público y la existencia de una sola autoridad monetaria encargada de formular una política monetaria única suponen una garantía adicional de estabilidad.

De la consideración de estos elementos pueden identificarse los siguientes beneficios:
Profundización en el mercado interior: El establecimiento del euro, aunque no imprescindible para el funcionamiento del mercado interior, sí permite dar un paso definitivo en la consecución de la integración de los mercados, incrementando así los beneficios que aquél ofrece. En efecto, la existencia de monedas distintas y la inestabilidad cambiaria asociada constituye una barrera que impide hacer efectivos todos los beneficios potenciales del mercado único. El establecimiento de los precios de los bienes y servicios en una sola moneda favorece la transparencia en todo el mercado europeo, con lo que se dificulta la fijación discriminatoria de precios.
Estos efectos son de aplicación asimismo a los mercados financieros, en los que se incrementa la competencia entre las diversas instituciones financieras al desaparecer uno de los elementos que contribuyen a la segmentación de mercados: la denominación de los activos en distinta moneda. En consecuencia, las alternativas de financiación abiertas a particulares y empresas se verán ampliadas y mejoradas de forma sustancial.

Estabilidad macroeconómica: Las condiciones de convergencia fijadas en el Tratado de la Unión Europea garantizaron que sólo aquellos países con estabilidad macroeconómica accedieran a la moneda común. La satisfacción de dichos criterios asegura que los países tienen unas finanzas públicas saneadas y que han conseguido estabilizar la inflación a unos niveles reducidos. El funcionamiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento permitirá que los países miembros sigan comprometidos con la estabilidad macroeconómica, y fundamentalmente con el control de los déficit públicos.
Las buenas condiciones macroeconómicas apuntadas se ven reforzadas por la existencia de una política monetaria única, cuyo objetivo es la estabilidad de precios. Todo ello garantiza además la alta credibilidad antiinflacionista del BCE, con lo que conseguir los resultados deseados de inflación resultará menos costoso.

Moneda internacional: Finalmente, el poder económico y comercial de la Unión Europea y las bases sobre las que se ha construido la moneda única, permiten que el euro se convierta en una moneda de reserva internacional.




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